La hipoteca de Fausto

Fausto es el personaje central de la famosa obra homónima de Goethe que es descrito como un inconformista y ambicioso estudioso que pretende alcanzar la sabiduría absoluta a través del conocimiento religioso, humano y científico. Ante la frustración y desesperación por la insuficiencia de conocimientos que estas ciencias le reportan, decide hacer un trato con el demonio, quien hará y le dará todo cuanto le pida mientras permanezca con vida a cambio de su alma.

La personalidad insaciable y ávida de saberes de Fausto puede muy bien compararse con la ambición que todos tenemos de alcanzar una vida mejor, con más lujos, comodidades, bienestar, etc. Sin ninguna otra pretensión que la de exponer una serie de ideas, es de obligado cumplimiento el encuadrar al resto de personajes para completar la comparación y, por tanto, en esta historia, serían los bancos los que representarían el papel del demonio que ofrece la posibilidad de conseguir esos anhelados sueños a cambio de un interés. Las maliciosas mentes ya estarán sacando punta a esta metáfora, pero se defraudarán cuando recapaciten y piensen que realmente nadie, absolutamente nadie, obligó a Fausto a firmar el pacto con el diablo.

Puede que sea cierto que las constructoras, promotoras, inmobiliarias y demás apéndices del sector hayan inflado los precios, utilizado materiales inferiores, especulado, abusado, engañado, corrompido… y también puede que los políticos les hayan favorecido con sus leyes, haciendo la vista gorda, recibiendo maletines secretos, malversando fondos públicos, volviéndose igual de corruptos… y por supuesto, los bancos puede que hayan sido negligentes concediendo hipotecas, ofreciendo facilidades de pago, obviando los riesgos, realizando malas inversiones, dejándose corromper del mismo modo… pero todo eso no son más que excusas tras las que esconder una pésima decisión, vender el alma al diablo.

Mefistófeles es el tentador que legítimamente busca su máximo beneficio y, al fin y al cabo, si los bancos representan este papel, han hecho muy bien su trabajo, seduciendo al insaciable Fausto y desviándolo del buen camino que le tenía fijado dios. Tampoco olvidemos que el protagonista de esta historia no era ningún inculto, ignorante o inocente pazguato, sino que era consciente en todo momento de cuál era su situación, lo que quería conseguir y, sin lugar a dudas, el precio que estaba dispuesto a pagar para lograrlo. Su alma. Claro que el atractivo reclamo era demasiado bueno para dejarlo escapar. Mientras tuviera vida conseguiría del diablo todo cuanto quisiera. Mientras tuviera trabajo conseguiría del banco todo cuanto quisiera. Las comparaciones son odiosas.

Inquieta pensar que todos los Faustos de nuestro tiempo puedan ser personas con la misma lucidez intelectual que el original y que en todo momento han sabido cuál era el precio que iban a pagar por conseguir su deseado nivel de vida superior y que cegados por esta ambición de alcanzar un estatus que no les correspondía han firmado con sangre y condenado su alma, la de sus familias y por extensión, la de toda la sociedad. Aunque puede que inquiete más pensar que la ignorancia del pueblo es la causa de que la deuda familiar haya crecido de manera desorbitada.

En cualquier caso, y sin olvidar que bancos, políticos y demás estamentos también están formados por personas, la tentación de vivir por encima del nivel que nos correspondía nos ha cegado a todos y cada uno de los ciudadanos de este país y ahora, que llega el momento de pagar la cuenta, nos quejamos y lloramos amargamente arrepentidos. Es increíble que encontremos moralejas semejantes a lo largo de toda nuestra extensa y riquísima literatura.

La obra de Goethe termina con un final feliz (siento destriparle el desenlace a quien no hayan tenido el placer de leerla) y los ángeles proclaman: “Aquel que se afana siempre aspirando a un ideal, podemos nosotros salvarle”. Fausto es redimido de sus pecados y entra en el cielo. Sin embargo, y volviendo a la realidad, veo bastante complicado que los ángeles acudan a salvar las almas hipotecadas de todos los Faustos de hoy en día aunque sólo sea porque hace tiempo que los ángeles no bajan a darse un rule por la tierra. Mejor buscar otra solución. ¿Leer?

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