La caída del Imperio Europeo

El sueño de lograr una Europa unificada y sólida parece que está llegando a sus últimos días. La impotencia de los políticos, que gobiernan los designios de los diferentes países que conforman este singular intento de unidad, para dar solución a la actual crisis, ha provocado que, lo que empezó siendo un problema bancario y de deudas sobernas, pase a ser una preocupante amenaza de la estructura europea en sí misma.

España fue uno de los primeros países (creo que incluso el primero) en aprobar por referéndum popular la creación de una constitución europea. Si hoy en día se repitiera la votación es posible que la diferencia en el resultado fuera más que llamativa. Y es que ya no se ve con tan buenos ojos aquel proyecto de unidad comunitaria que nos iba a europeizar dándonos el empujón que nos faltaba para ser esa gran potencia que todos soñábamos. Europa ya no resulta tan atractiva y, menos aún, cuando el sentir popular se encamina a señalar a ciertos países aliados como los estranguladores de nuestra economía nacional.

¿Es esto cierto?

Lo cierto es que el principal problema español es la deuda privada (no voy a dar cifras porque asustan pero cualquiera con curiosidad puede encontrarlas en internet sin dificultad alguna), pero también es cierto (y preocupante) que en los últimos meses la deuda pública se ha convertido en un gran dolor de cabeza. Los especuladores han puesto a España en el punto de mira y su misión no es otra que la de hundirla económicamente para llenar sus bolsillos con unas cantidades ingentes de dinero.

¿Cómo es esto posible?

El gobierno español, como cualquier otro, necesita financiarse y para ello recurre a los mercados de deuda pública. Dada la situación interna del país, los ingresos derivados de la actividad productiva han disminuido ostensiblemente, con lo que la financiación externa cobra mayor relevancia. Aun así, España partía de un endeudamiento muy por debajo de la media europea (algo menor al 40% del PIB) y, por tanto, no supondría ningún problema de no ser porque los mercados (al parecer más inteligentes que los políticos) han aprovechado esta situación para conseguir unos rendimientos altísimos. Cuanto más real sea la amenaza del impago de España, más elevados serán los tipos de interés que tenga que pagar para recuperar la confianza y colocar sus bonos. No hace falta ser una lumbrera para caer en la cuenta de que a los mercados les interesa que el miedo a la quiebra se apodere de los inversores y, por consiguiente, la prima de riesgo aumente y con ella los tipos de interés.

¿Quiénes son esos mercados?

Principalmente bancos y grupos de inversores. Dentro de Europa nos encontramos a Alemania y Francia como los principales compradores de deuda española. No extraña, entonces, que recientemente aboguen por el rescate total español, como se hiciera con Grecia. Esto supondría dar a España la cantidad de euros suficiente para poder afrontar el pago de los intereses de su deuda a corto y medio plazo. Literalmente es darle dinero a España para que luego se lo demos a Alemania y Francia (entre otros). Destaca también la posición de EEUU entre los mayores inversores.

¿Y a largo plazo?

A largo plazo el problema seguiría presente o incluso iría a peor. Al margen de que este rescate no ayudaría a encauzar la economía nacional en la senda del crecimiento sino que únicamente serviría para pagar a los acreedores de la deuda pública, el peligro reside en que los mercados, una vez exprimida España, irían a por otro país, Italia, Bélgica quizás, y así sucesivamente hasta dejar totalmente seca a la gallina de los huevos de euro. Habría que empezar a pensar de dónde sacar los fondos para ir rescatando uno a uno a todos los países de la Unión Europea. Personalmente se me antoja imposible.

¿Hay algún límite en esta situación?

Es ilógico creer que esta situación se pueda mantener durante mucho tiempo por cuestiones obvias (no me refiero a la crisis en sí, sino a la especulación de los mercados). Pero los finales que se prevén no son nada halagüeños. Sólo es cuestión de los intereses y del peso político que tengan los implicados y todo hace indicar que hasta que Alemania no vea peligrar su caja de caudales no se tomarán medidas para limitar estas acciones especulativas. El problema es que cuando esto ocurra ya será demasiado tarde porque antes habrán caído otros países menos fuertes. Es probable que antes de que se tomen medidas efectivas se produzca un crack de dimensiones desconocidas, quebrando el sistema económico actual y destruyendo la moneda europea.

¿Peligra la Unidad de Europa?

Indudablemente, sí. Hace unos días publiqué un tweet que causó cierto revuelo: “Existe un curioso mal endémico que subyace desde tiempos inmemoriales en el continente europeo, la autodestrucción”. Y es que en el viejo continente siempre ha existido el sueño de crear una Europa unida que ostentase el galardón de ser la mayor potencia mundial. En la actualidad las armas han dado paso a la diplomacia (lo cual se agradece) pero el desenlace parece ser el mismo. Unificar naciones tan dispares dentro de una política común es una labor más que complicada, pero resulta imposible cuando las diferencias económicas entre unas y otras son tan abismales y, más aún, cuando su soberanía es esclava de los mercados y de los intereses de ciertos países que, lejos de mostrar solidaridad, intentan enriquecerse a costa de sus vecinos.

¿Qué medidas se están llevando a cabo?

De momento, la medida más solicitada para solventar esta crisis de confianza es que el BCE (Banco Central Europeo) compre de manera indiscriminada la deuda de los países que tengan problemas. De este modo, los mercados no pueden especular con los tipos y, por tanto, la prima de riesgo se mantiene estable, evitando la sangría de intereses y devolviendo la confianza a los inversores. Claro, que ésta es una solución a corto plazo y con límites cuantificables. Insisto que es inviable poder soportar la compra de deuda de todos los países que sean atacados por los mercados del mismo modo que se ha hecho con España.

¿Existe alguna solución?

Mover la barita mágica y que todo se solucione de la noche a la mañana, sólo pasa en los cuentos de hadas. Y en la realidad el problema es bastante más complejo. Si la pretensión es la de mantener la unidad de la zona euro y fortalecer la moneda única habrá que plantear acciones que vayan enfocadas a estos fines. Crear una política fiscal y tributaria común, eliminar los paraísos fiscales, crear bonos de deuda europea, equiparar las condiciones laborales, mejorar los planes de competitividad, etc. Pero lo más importante no es diseñar y planificar estos acuerdos sino llevarlos a cabo de manera efectiva. Para ello sólo es necesaria una cosa, voluntad. Muchas de las medidas que podrían solucionar la actual crisis europea ya están escritas, discutidas y aprobadas en Convenciones y Congresos Europeos, pero su implantación no está siendo todo lo eficiente que necesita la actual situación económica porque siguen anteponiéndose muchos intereses particulares.

A pesar de todo, no debemos olvidar que el problema de la economía española no reside únicamente en Europa, ni siquiera es el mayor de los males, sino que es la deuda privada la que mantiene en jaque al país.

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