Pequeña reflexión sobre las dos Españas

La objetividad es un aspecto que en nuestro país brilla por su ausencia. Bien por incultura, por creencias arraigadas o por borreguismo puro y duro, pero lo cierto es que es muy difícil hablar con personas capaces de razonar, debatir, intercambiar opiniones, dejarse convencer, volver a razonar… Lo común es tener una fe ciega en lo que pensamos y creemos aunque estemos equivocados. Me refiero a eso mismo que tachó de hereje a Galileo o llevó a la hoguera a Giordano Bruno.

Hoy, más de setenta años después de la Guerra Civil Española y más de treinta de la instauración de la Democracia, sigue existiendo un país dividido por anacrónicas ideologías de derechas e izquierdas. Vitoreando a unos y llamando asesinos a otros. Sin duda alguna, somos una democracia joven y, más aún, me atrevería a decir, que todavía en período de transición.

Puede que no nos toque a nosotros juzgar, pues somos hijos de la democracia y no hemos vivido en primera persona el odio irracional que se engendró en la España de los años 30, pero, tal vez, la posibilidad que nos concede el tiempo de poder mirar al pasado desde la objetividad, nos convierte en los responsables de enterrar las diferencias, dejar que las heridas se curen y aunar intereses a fin de crear una unidad que nos permita crecer como una nación sólida y unificada.

Cada vez que fallece algún protagonista de aquella época se convierte poco más que en un mártir o en un padre ideológico al que venerar y olvidamos las barbaries que cometieron contra sus propios hermanos.

Limpiamos las calles de sus nombres como si el olvido fuera la solución. Pero es el olvido lo que da relevancia a la Historia, pues olvidar hace que podamos cometer los mismos errores y camino de ello me parece que vamos. No hiere ver una estatua de Franco del mismo modo que no debe molestar una plaza homenaje a Carrillo. Son parte de nuestra historia, más o menos oscura, pero no por ello menos importante.

No hay vencedores a los que aclamar ni vencidos a los que compensar pues caer en la doble moralidad es el error que acrecienta las divisiones. Todos, de uno y otro bando, fueron responsables de una de las mayores atrocidades de nuestra historia. Por eso no podemos tachar a unos de villanos y a otros de héroes, porque fueron ambas cosas según el ojo que los mirase.

En los colegios e institutos se debería estudiar más la España del último siglo y menos la prehistórica (siempre desde un punto de vista objetivo). Tal vez entonces dejemos de hablar de las dos Españas.

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