Conclusiones de una manifestación

¿Qué decir? ¿Qué pensar? ¿Qué conclusiones sacar después de ver las concentraciones de protesta que se llevan a cabo estos días en Madrid?

Resulta difícil posicionarse al ver las imágenes que se ofrecen en los medios de comunicación. Según el color del canal de turno podemos ver a policías asediados y agredidos, respondiendo en legítima defensa o manifestantes indefensos con las manos en alto siendo apaleados por los cuerpos de seguridad. Unos y otros se culpabilizan del comienzo de las hostilidades, tratando de justificar lo que no es más que otra muestra de la sinrazón humana.

En primer lugar hay que señalar la gravedad de sitiar el Congreso de los Diputados por parte de unos miles de manifestantes que, de no ser por las medidas de seguridad, a buen seguro hubieran intentado tomar el hemiciclo. No olvidemos que esas personas que se sientan en el Congreso han sido elegidas democráticamente por más del 70% de la población española. Aquello no parecía una simple protesta, sino un intento de golpe de Estado en toda regla. A la memoria se nos vienen los acontecimientos del 23F, sólo que esta vez la sensación que nos transmiten estos “indignados” es que no se desea más que la instauración de un caos sistémico que acabe con los cargos políticos, a poder ser guillotinados públicamente en las plazas de todos los pueblos, y la proclamación de una república sin líderes y que nadie atina a saber hacia dónde pondría rumbo. Eso sí, ante todo y sobre todo, ¡¡vendetta!!

Y no es que no exista una razón para manifestarse, ya que la clase política con la que cuenta nuestro país no parece estar a la altura de las circunstancias que se atraviesan, pero los modos y medios empleados deslegitimizan cualquier protesta por muy justa y razonable que sea. Cierto es que son unos pocos salvajes (es lo más bonito que se me ocurre llamarles) denominados antisistema los que revientan las manifestaciones con sus actitudes violentas y agresivas, pero desgraciadamente son esas las imágenes que trascienden.

En algún medio se podía leer como los propios organizadores se sentían incapaces de controlar la manifestación. “Lo ideal sería que la masa se desplazara por los alrededores pero no somos capaces de liderar nada. Que cada uno se manifieste como quiera” (Fuente: El País, 25 sep. 2012). Cabe pensar que es toda una imprudencia convocar una manifestación rodeando el Congreso con los antecedentes de altercados que ya cuentan estas movilizaciones, más aún cuando no se dispone de los medios para poder controlar a la muchedumbre. Y a las pruebas me remito por los resultados obtenidos, un mensaje borroso, más de sesenta heridos y una treinta de detenidos. Más de lo mismo, más de nada.

Debemos empezar a ser conscientes de que éste no es el medio ideal para lograr los cambios deseados, a menos que queramos embarcarnos en otra guerra civil. El propio sistema ofrece instrumentos para que el pueblo pueda pronunciarse de manera democrática y, sobre todo, pacífica.

Cada cuatro años se convocan elecciones generales en las que los ciudadanos eligen a sus representantes. En las últimas elecciones, las de 2011, cerca del 30% de la población con derecho a voto se abstuvo. Los motivos que se argumentan son muy variados y razonables, pero no hacer uso de este derecho contribuye a que nada cambie y perduren las injusticias que luego se denuncian.

La Constitución recoge en el artículo 87.3 el derecho a presentar proposiciones de Ley por iniciativa popular (contando con al menos 500.000 firmas acreditadas). Esto significa que el pueblo puede llevar al Congreso sus propuestas para que sean debatidas y votadas. Cierto es que son los diputados quienes las aprobaran o no, pero una proposición que cuente con el apoyo de más de la mitad de los españoles sería difícilmente eludible.

Incluso a nivel local, los ciudadanos tienen la posibilidad de participar en los asuntos públicos locales de acuerdo con el ordenamiento constitucional (artículo 23) y conforme a los principios de la Carta europea de Salvaguarda de los Derechos Humanos a las ciudades.

Si contamos con vías dentro del sistema para alzar la voz y no las usamos nunca, es complicado entender que la gente pueda quejarse de que sus reivindicaciones no sean tenidas en cuenta. Por supuesto que manifestarse es otro instrumento totalmente legítimo, pero recordemos que esa manifestación no debe ser nunca violenta ni amenazadora y asediar el Congreso de los Diputados tiene poco de pacífico.

One thought on “Conclusiones de una manifestación

  1. Eduardo Muñoz

    No estoy de acuerdo en la frase : “de no ser por las medidas de seguridad, a buen seguro hubieran intentado tomar el hemiciclo”.
    Oiga, ¿de verdad cree q una multitud sin armas puede hacer frente a digamos 8 policias bien armados que puedan dispararles? Una vez dentro, ¿cree q la guardia civil, y policia nacional se quedarían de brazos cruzados? Incluso si entrasen…serían desalojados sin problemas por antidisturbios o los geos. Oiga, que NO son terroristas. No tienen bombas ni metralletas, ni hacen Rehenes, para poder chantajear a nadie.
    Desde luego si entrasen, lo unico q hubieran tenido es sus 5 minutos de gloria y nada mas

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