Héroes o Villanos

Hace algunos años me regalaron La Catedral del Mar, novela de Ildefonso Falcones de gran éxito en ventas, en la que nos describe a una Barcelona del siglo XIV en plena prosperidad. El personaje central, Arnau Estanyol, pasa de la pobreza del fugitivo a la riqueza del noble. Entre las variadas profesiones que ejerce, destaca la de cambista, con la que consigue una verdadera fortuna, sin olvidar en ningún momento su humilde procedencia, lo que le convierte en prestamista de todas aquellas personas que necesitan dinero pero que no pueden ofrecer más garantías que las de su buena voluntad y disposición para atender a sus obligaciones como prestatarias. Nos vamos a detener en este instante para no desvelar los entresijos de esta entretenida novela que aprovecho para recomendar.

Como decíamos, la bondad del protagonista le lleva a conceder préstamos a personas humildes que necesitaban ayuda pero que no contaban con recursos para poder garantizar la devolución de dicha cantidad. Esta actitud es del todo loable y poca gente sería capaz de criticarla, sobre todo los lectores que hayan podido empaparse del carácter de este personaje. Sin duda alguna, cuando todos y cada uno de nosotros hemos necesitado que alguien nos preste dinero para cubrir un gasto inesperado, iniciar un negocio, comprar un coche, etc. lo hemos encontrado, muchas veces han sido familiares o amigos, pero cuando no ha sido así, hemos recurrido a las entidades financieras que nos han facilitado la posibilidad de hacer frente a estas inversiones. Gracias a la “permisividad” de los bancos en la concesión de estos préstamos muchas personas han podido realizar sus sueños, adquirir una vivienda, abrir su propio negocio, comprar un todoterreno… La gente olvidó por completo que los préstamos había que devolverlos y con intereses. La época dorada de crecimiento llamaba a las entidades financieras los Héroes que habían ayudado a convertir en realidad las aspiraciones de una ciudadanía hambrienta de bienestar social y de nuevos e inventados derechos inalienables.

Con la llegada de las vacas flacas, los contratos entre bancos y ciudadanos empiezan a resquebrajarse. Éstos últimos dejan de cumplir sus obligaciones alegando que la falta de ingresos, debida al desempleo, ha hundido por completo sus economías familiares. Y por supuesto que razón no les falta. Claro que, las entidades, al ver que las contraprestaciones pactadas no se cumplen, dejan de lado su carácter benevolente y comienzan a exigir lo que legítimamente les corresponde. Al no conseguirlo se ven obligados a ejecutar ciertas cláusulas que puede que unos no hicieran por explicar y otros no quisieran ni entender. Desahucio al canto.

En un abrir y cerrar de ojos, las entidades financieras han pasado a ser los mayores Villanos de esta sociedad y simplemente por reclamar lo que les pertenece. No vamos a hacer una defensa de los bancos, pero sí que vamos a comparar las dos visiones que, en muy corto período de tiempo, se han tenido de ellos, pasando de Héroes a Villanos, según nos hayamos sentido beneficiados o perjudicados. Objetividad, poca.

Una comparación más para entenderlo: cambiemos al banco por la mafia. Imaginemos que ante una necesidad de liquidez acudimos al Don para pedirle dinero. Éste nos lo concede gustoso a cambio de algún favor. Si cumplimos no habrá problema y el Don será tenido por una gran persona que nos ayudó, pero si por el contrario incumplimos el acuerdo, no tardaremos en tener en nuestra puerta a varios Soldatos para hacernos alguna caricia. El Don pasará a ser un tipo malvado, aunque el hecho que hace cambiar esta visión depende únicamente de nosotros, no porque no seamos capaces de cumplir, sino por haber recurrido a él. Obviamente, nadie en su sano juicio y conociendo las consecuencias del impago, le pediría un favor a la mafia. Hay cientos de películas y novelas que nos ilustrarán sobre el tema.

Sin embargo, dado que el castigo físico no está bien visto, los bancos optan por emprender acciones legales que ya estaban bien claras en el momento de la firma del contrato (os invito a releer mi entrada “La hipoteca de Fausto”). No por ello son malvados o Villanos. Claro que antes tampoco eran Héroes, puesto que ellos miraban por su negocio y por la consecución del mayor beneficio posible, como toda empresa, y no por nuestras necesidades reales que, dicho sea de paso, estaban muy lejos de las que demandábamos.

La objetividad la poseen aquellas personas que no han recurrido a los bancos porque han asumido su situación y no han querido endeudarse para conseguir vivir en ese “Estado de Suprabienestar” que otros ansiaban. Estas personas no ven en los bancos a Héroes o Villanos, simplemente ven a una empresa más que ofrece un servicio a cambio de un beneficio. Podrá ser gestionada mejor o peor, de eso no hay dudas, pero al igual que la mayor parte de las empresas.

Dejemos, pues, para la ficción de los comics estos apelativos y centremos nuestras iras en nosotros mismos, evitando culpabilizar de nuestros males a todo el mundo, lo que en psicología se conoce como “El Síndrome del Chivo Expiatorio y La Sombra Colectiva”. No olvidemos que todas y cada una de las decisiones que hemos tomado a lo largo de la vida nos han llevado a estar en este instante concreto. Comencemos a hacernos responsables de nuestras decisiones y dejemos la histeria colectiva para otro momento. Puede que así empecemos a ser más consecuentes y evitemos futuras crisis.

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