En el año 2009 participé, junto con un par de buenos compañeros, en el Club de Debates de La Universidad de Extremadura. Uno de los temas que se trataban era sobre la conveniencia o no de los rescates bancarios. Por casualidad, hoy he encontrado los argumentos que utilizamos y me han llamado la atención especialmente, ya que son muy clarificadores en algunos aspectos, más aún, si tenemos en cuenta que son de hace tres años. Expongo a continuación un resumen de los argumentos que esgrimimos en contra de la intervención de las entidades financieras.
Hacen falta instrumentos más innovadores y creativos.
No se deben tomar medidas para tratar de mantener a flote un maltrecho barco abocado al hundimiento, es alargar una situación insostenible de manera innecesaria. Hay que tomar otras medidas, más eficaces, o de lo contrario, dentro de un periodo de tiempo el problema volverá a reproducirse. Las medidas que tomemos deben asegurar que el problema es erradicado por completo y no simplemente parcheado.
Utilizando un símil médico, el rescate de entidades financieras es sencillamente aplicar medicamentos para aliviar el dolor del paciente, pero en ningún caso eliminar la enfermedad que lo provoca. La solución pasa por aplicar cirugía y eliminar el problema de una vez por todas. Habrá, pues, que tomar medidas que ayuden a que no se repitan situaciones como la actual, medidas innovadoras y creativas y ajustadas a la realidad.
Sabemos que es necesario un plan de salvamento de la economía pero no a través de rescates por medio de fondos públicos ni endeudamiento, sino a través de un plan de salvamento basado en la iniciativa privada. Y para favorecer esa iniciativa privada se necesita incrementar la libertad económica y reducir la intervención estatal. Se deberán tomar medidas como flexibilizar el mercado laboral, apostar por las empresas de trabajo temporal o de recolocación laboral, rebajar impuestos, eliminar trámites en la creación de empresas, reducir drásticamente el gasto público, eliminar los impuestos sobre el ahorro, atraer la inversión privada extranjera, apostar por rebajas fiscales, etc. En definitiva, se trata de dotar al sistema de una serie de instrumentos que favorezcan la eficacia de la economía.
Dentro del sistema financiero español, hay que tener en cuenta que, para nuestro volumen de población y riqueza, existe un exceso de entidades financieras, por lo que la desaparición de algunas de ellas no creará ningún problema, sino que redundará en una mayor competencia. Hay demasiadas cajas (un total de 45) en un sector que hace un producto muy poco diferenciado y en un momento en el que la actividad está por los suelos. Además, las operaciones de fusión entre entidades financieras de distintas comunidades autónomas contribuyen a vertebrar la economía española y evitan redundancias de oficinas. En España hay más de 43.000 oficinas (una por cada mil habitantes).
La duración de la recesión y el aumento del paro van a elevar la morosidad mucho más en las familias y en las empresas. El resultado previsible será una erosión de los recursos propios que ya no podrá ser compensada con el valor de otros activos. La reestructuración bancaria que no se hizo en tiempos de bonanza, ahora es obligada. Hay que recordar los excesos cometidos por los bancos y cajas en la concesión de créditos, que explican parte de las dificultades actuales, y que las fusiones solucionan el problema financiero, pero enmascaran las responsabilidades de tales excesos.
Si no se aprovecha la coyuntura económica actual para establecer un nuevo orden financiero global, la voluntad reformista perderá impulso y con él la posibilidad de salir cuanto antes de esta crisis. (Nota actual: esta restructuración debería ser mucho más ágil de lo que está siendo ya que la situación final deseada es conocida pero los distintos intereses de unos y otros está ralentizando este proceso que, por otro lado, se nos antoja de extrema importancia para iniciar la recuperación económica del país.)
El mercado es capaz de autorregularse en las economías eficientes.
El liberalismo económico sostiene muy fuertemente que la economía es un organismo vivo regido por tres leyes naturales:
1- Ley de iniciativa: es detectar una necesidad en la sociedad y, por afán de lucro, fabricar un producto o brindar un servicio que satisfaga la necesidad.
2- Ley de competencia: es la iniciativa de que otros comiencen a competir fabricando lo mismo que quien haya tenido la iniciativa. Se genera la competencia calidad/precio. Se nivelan los precios del producto o servicio.
3- Ley de mercado: está compuesta por dos leyes, la ley de oferta y la ley de demanda. Si en el mercado hay más oferta que demanda, se genera un proceso de depuración en donde queda en el mercado el que tenga mejor relación calidad/precio, y quien sea depurado, comenzará el ciclo de vuelta en otro rubro.
Si nos fijamos en el caso Español, a día de hoy tenemos una necesidad, la de obtener financiación a través de las entidades, bancos y cajas. Tenemos nula competencia, ya que hay un exceso de entidades operando en nuestro país (el porcentaje por habitante más alto de Europa con 1 oficina para cada 1.000 habitantes, es decir, que en una ciudad como Badajoz, con 146.000 habitantes aproximadamente, hay unas 150 oficinas) que, además, ofrecen un producto muy poco diferenciado. Por tanto, tenemos una oferta estancada, es decir, que no varía con los cambios de demanda. Así pues, con una necesidad por satisfacer, una nula competencia y una ley de mercado que no funciona, el colapso es incuestionable. Si a eso le sumamos las políticas de captación de activos que se han mantenido, asumiendo riesgos innecesarios y con el único objetivo de lograr un mayor enriquecimiento, no hace falta entender mucho de economía para darse cuenta de que el desastre estaba asegurado.
El rescate supone ir en contra de la lógica de la economía moderna. Es ir en contra del sistema que sustenta nuestra sociedad y que a todos nos parece maravilloso, al menos cuando las cosas van bien. No podemos ser capitalistas cuando hace sol y socialistas cuando comienza a nublarse. No podemos defender un modelo económico para el ataque y otro diferente para la defensa, no se trata de un partido de balonmano donde podemos cambiar los jugadores sobre la marcha en cada jugada, se trata de algo más serio, no de un juego, se trata del sistema que mantiene la sociedad y que no debe ser manipulado de manera arbitraria porque estaremos adulterando el curso normal de la historia. Por tanto hay que actuar con responsabilidad y dejar que la economía siga su curso y se reajuste para lograr el equilibrio que necesita, después de haberse desviado por la especulación y la mala praxis.
El Homo Neandertal se extinguió hace unos 30.000 años aproximadamente, probablemente como resultado de la aparición del Homo Sapiens que competía con éstos por los mismos recursos. Su capacidad inferior para adaptarse al medio y la superioridad de los sapiens a los cuales no pudieron enfrentarse, hizo desaparecer esta especie. Si una mano divina hubiera rescatado a los neandertales, posiblemente ahora nos encontraríamos con dos especies de homínidos y una situación parecida a la que refleja el británico Herbert George Wells en su novela The Time Machine, Elois o humanos por un lado y Morlocks o infrahumanos por otro. Un futuro nada halagüeño dado el destino de los Elois.
En economía nos enfrentamos a una realidad parecida, un mundo diseñado para la supervivencia del más apto. Podemos utilizar una clara analogía con lo que en su momento, Charles Darwin describiera en su muy famoso texto El origen de las Especies y que en economía se conoce como darwinismo económico. La competencia y demás presiones inherentes a los mercados contemporáneos eliminan diariamente organizaciones con diseños mediocres y que no logran adaptarse. Esta cruel realidad presiona a los mercados de nuestros días y los mueve hacia la insaciable búsqueda del punto en el cual se logre conjugar en perfecta armonía dos variables del análisis financiero: riesgo y rendimiento. La premisa y punto de partida es sin duda, la toma de decisiones organizacionales eficaces y eficientes en el difícil escenario de los entornos cambiantes. Así pues, entidades que no guardan el equilibrio entre riesgo y rendimiento se ven abocadas al fracaso. Entidades con gestiones mediocres y que no han sido capaces de adaptarse a las necesidades del mercado, que han asumido demasiados riesgos y que, en definitiva, poseen una capacidad inferior para mantenerse en los mercados, no deben ser rescatadas, deben desaparecer y dejar de intoxicar la economía con su mal hacer. Si adulteramos el curso natural de la vida, si jugamos a ser dioses con las entidades financieras, los Morlocks acabarán con la especie humana.
Ludwig von Mises, decano de la escuela austriaca de Economía y considerado uno de los mejores economistas de la historia, en 1912 ya hablaba de la ley de quiebra como regulador del mercado eficiente, decía además que la crisis es el momento en que la economía está enferma y hasta que se corrijan los excesos cometidos en los años de expansión no se acaba la recesión.