La injusta igualdad de oportunidades

Implantar medidas para favorecer el espíritu emprendedor es uno de los objetivos principales de los gobiernos de los últimos años, sobre todo en estos momentos en los que el número de desempleados es tan elevado. Por otro lado, con estas medidas se pretende que los grupos o sectores sociales con más dificultades para acceder al mundo laboral puedan convertirse en emprendedores. Hasta aquí todo parece muy loable, pero si analizamos detenidamente algunas de estas medidas podemos comprobar que no son nada justas y que, por el contrario, podrían verse como discriminatorias. Veámoslo.

Con relación a las subvenciones, nos encontramos que dependiendo de cuál sea la condición de edad y sexo se puede optar a una u otra cuantía. El fin de este criterio es incentivar a los menores de 30 años o a mujeres desempleadas. Cabría hacer ciertas matizaciones ya que, la condición de edad o la condición de sexo no hacen que el futuro negocio vaya a ser más o menos rentable, más o menos costoso, o tenga mayor o menor éxito. Resulta bastante irónico que las medidas para favorecer la igualdad entre todos los segmentos sociales lo que hagan sea incrementar las diferencias entre los mismos. ¿Acaso por tener más de 30 años se tiene garantizado el éxito de una empresa? ¿El hecho de ser mujer implica que se necesite más ayuda económica para abrir un negocio? Visto de otro modo, ¿ser menor de 30 años o mujer debe considerarse una tara que hace que se necesite más ayuda? ¿Los recursos de un joven varón de 32 años son superiores a los de estos otros? ¿Qué hace pensar que éste joven de 32 años lo va a tener más fácil para no tener que necesitar la misma ayuda que los demás?

Si nos fijamos ahora en las últimas medidas adoptadas que ofrecen, por ejemplo, descuentos en la Seguridad Social, podemos ver nuevamente el condicionamiento de varones menores de 30 años o mujeres menores de 35 años. Sacamos las mismas conclusiones o incluso peores. Nuestro joven de 32 años, por ser mayor de 30 y, por supuesto, por ser varón, ya estará capacitado para no necesitar beneficios ni descuentos en el pago de sus obligaciones tributarias. Una mujer y un hombre de la misma edad no poseen las mismas obligaciones tributarias al iniciarse como empresarios, lo cual es totalmente injusto e inadmisible.

Ni qué decir tiene que en oposiciones públicas se premien estas condiciones de edad y sexo con puntuación extra, llegando incluso a desequilibrar la balanza a favor de una persona por el hecho de ser mujer o menor de 30 años y sin valorar que posiblemente se quede fuera una persona más competitiva.

Y es que ser mujer o menor de 30 años resulta mucho más ventajoso para iniciarse en la vida activa. De este modo no es de extrañar que muchas empresas estén a nombre de mujeres y sean los maridos los que las regenten realmente. Además, podemos encontrar a infinidad de jóvenes que superan los 30 años y que poseen enormes dificultades para incorporarse al mundo laboral, ya que han pasado gran parte de su vida preparándose para ser competitivos, que no cuentan con ningún tipo de ayuda.

No olvidemos que según el Artículo 14 de la Constitución Española “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”. Así pues, disponer medidas para fomentar la iniciativa emprendedora de ciertos segmentos no debe crear discriminaciones en perjuicio de otros.

Incentivar el espíritu emprendedor pasa, en primera estancia, por ofrecer la educación y formación adecuada desde la base. Las medidas que se necesitan deberían ir encaminadas a eliminar las trabas administrativas que se encuentra cualquier persona, sin perjuicio de su condición, para iniciar un negocio, así como los larguísimos plazos y los tediosos trámites burocráticos. Las subvenciones, beneficios o descuentos fiscales de cualquier tipo deberían aplicarse a todos los emprendedores sin distinción de edad o sexo, aplicándose durante los dos primeros años de vida de la empresa. Y, por supuesto, no debemos olvidar que el acceso al crédito es uno de los factores más importantes para iniciar la aventura empresarial que se debería mejorar.

Medidas para favorecer la iniciativa emprendedora se pueden tomar a cientos, pero que impliquen una discriminación a razón de edad o sexo no parece ser una vía acertada. Ofrecer igualdad de oportunidades y derechos sin distinción alguna y valorar la calidad y la competitividad por encima de cualquier otro condicionante. Sólo así llegaremos a ser un país con un entramado empresarial competente.