Seguridad o ahorro

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La nueva reforma del Código de Circulación está resultando un tema de lo más debatido en estos días. Uno de los puntos más conflictivos es el que regula el uso obligatorio del casco en los ciclistas aun cuando circulen por vías urbanas. Muchas asociaciones de ciclistas se muestran en contra de esta medida aunque, a priori, favorece la seguridad de estos usuarios.

Pero, ¿es realmente la seguridad de los ciclistas lo que importa al gobierno? No nos engañemos, detrás de esta medida tan sólo hay un objetivo económico, el de reducir el gasto en sanidad.

Como bien sabemos, las compañías de seguros hacen frente a los gastos ocasionados por los accidentes de tráfico, según las condiciones de cada póliza. De este modo, la Seguridad Social, pese a ser quien realiza la asistencia sanitaria, repercute estos gastos a la compañía de seguro que corresponda, quedando libre de repercusión económica.

En el caso de los ciclistas, no existe ninguna obligación de mantener un seguro de accidentes, por lo que cada vez que ocurre un siniestro, siendo culpable el mismo el ciclista, es la Seguridad Social la que corre con los gastos de la asistencia sanitaria. Cierto es que en la mayor parte de los casos de accidentes en los que se ven involucrados ciclistas son ellos las víctimas, pero también es cierto que en muchas ocasiones no se consigue localizar al conductor infractor y es la Seguridad Social la que termina por cubrir los gastos. Por tanto, la medida que obliga a la utilización del casco tiene, obviamente, un fin económico, reducir el gasto en sanidad.

Si bien la seguridad es un tema que no tiene cabida en este debate, creemos que es viable plantearse otras medidas, tales como la obligatoriedad de suscribir un seguro de accidentes para ciclistas o, en su defecto, repercutir el gasto sanitario al implicado en caso de que no se cumplan las normas de seguridad (y siempre que sea el culpable). Así pues, cada uno sería libre de llevar el casco, sabiendo que en caso de accidente los gastos ocasionados correrán a cargo de la compañía de seguros o de su propio bolsillo.