Publícame a escondidas

Las redes sociales se han convertido en una condición casi inalienable de nuestras vidas y cada vez es más difícil encontrar a personas lo suficientemente celosas de su privacidad como para aislarse de esta corriente de interactividad virtual. Tanto sus defensores como sus detractores coinciden en la importancia y relevancia que las redes sociales han tomado en la última década tanto a nivel personal como laboral, puesto que su examen es tenido en cuenta por la mayor parte de los departamentos de Recursos Humanos a la hora de evaluar al personal antes de su contratación.

La pregunta es hasta qué punto somos dueños de nuestra privacidad y si ésta debe influir o no en un proceso de selección para un puesto de trabajo.

Desde un punto de vista ético y moral se nos antoja incuestionable que la vida personal y privada de cada individuo debe serlo, sin más, por pura definición y, por tanto, la libertad para elegir un modo de vida u otro no puede ni debe ser juzgado o cuestionado.

Sin embargo, desde el punto de vista del empresario que desea contratar a un profesional para un determinado puesto de trabajo, la cosa cambia. No sólo se busca que la persona sea eficiente en sus funciones sino que además posea otras cualidades que trascienden de lo puramente laboral, tales como buena presencia, integridad, seriedad, responsabilidad y compromiso con la imagen de la empresa, etc. Todos estos factores, hoy en día y gracias a las redes sociales, son de dominio público y, nos guste o no, la discreción en las redes sociales es más efectiva a la hora de buscar trabajo.

Así pues, su uso debe ser moderado, respetuoso y responsable, teniendo en cuenta siempre, que todo lo que publicamos puede ser visto por terceras personas, entre las que, sin duda alguna, se encuentran los responsables de Recursos Humanos de las empresas a las que puede que algún día optemos.

Cada vez son más las empresas que buscan a personas que sepan mantener una buena imagen de su marca tanto dentro como fuera de la organización y las redes sociales suponen un arma de doble filo para este fin. Cualquier desliz puede llegar a tener una gran repercusión. Baste ver, a modo de ejemplo, los conflictos que se producen cada vez que un jugador de futbol es descubierto de fiesta días antes de una concentración, aunque luego su rendimiento en el terreno de juego sea incuestionable, su imagen fuera de la cancha levanta polémica y, en algunos casos, conllevan hasta sanciones por parte de su club.

Claro que, no debemos confundir las características propias de la personalidad de cada individuo con este uso responsable de las redes sociales, es decir, que una persona puede tener un carácter abierto y extrovertido sin que por ello su página de Facebook sea un cúmulo de indiscreciones e impertinencias.

Por tanto, la prudencia debe ser el factor principal que domine nuestras redes sociales ya que nunca sabemos quién se encuentra al otro lado del monitor analizando cada uno de nuestros movimientos.